24 Feb BALBINA LÓPEZ
Nací en Dacón, en Ourense. La infancia la pasé bastante bien. Estaba interna en un colegio de monjas en Vigo con mi hermana. Mi padre era jamonero. Se murió cuando yo tenía catorce años, y tuvimos que volver mi hermana y yo al pueblo. Mi madre era muy lista, y aprendió a ser comadrona y practicante. Así fuimos tirando.
Ya con veintipico años me fui a Suiza a trabajar a la fábrica Omega. Allí conocí a mi marido, que era madrileño y trabajaba en la construcción. Total, que nos vinimos y nos casamos en Dacón. Mi marido no estaba bautizado, porque sus padres eran comunistas, pero se bautizó para casarse conmigo. A mis suegros les quemaron la casa por comunistas. Y después de eso mi suegro empezó a trabajar en una empresa de derechas porque no le quedó otro remedio.
Tengo aquí las fotos de la boda y de más cosas. Aquí salgo con las amigas, haciendo teatro, porque teníamos un grupo. Y este es nuestro bar de Madrid. Estuvimos 10 años allí con el bar en la Avenida Vinateros. Se llamaba Bar Flores. Yo era buena camarera, me querían con locura los clientes. Le decían siempre a mi marido: “Paco, ¿y la gallega dónde está?”. Nos llevábamos muy bien todos los del bar, y cuando cerrábamos nos íbamos por ahí a tomar algo. Fui muy feliz, mi marido era muy bueno. Entonces nos vinimos para Galicia y decidimos invertir el dinero del bar en poner invernaderos.
Tuvimos un hijo, pero se metió en la droga. Yo lo acompañaba todos los días a que le dieran la metadona. El médico me quería mucho y luego me hizo muchos favores, era un hombre muy amable. Él nos habló de una clínica en Lisboa. Y allá que nos fuimos a llevarlo para que se desintoxicara. Duró unos meses, y luego se volvió en el tren, sin pagar. Me llamó porque lo había pillado el revisor y se había tenido que bajar varias paradas antes. Se creía que lo iba a reñir, pero no. Total, al final mi hijo se murió de un infarto. Ya estaba curado de la droga, trabajaba en el ayuntamiento y apareció muerto en el coche. A las siete de la mañana me llamó el guardia y me dijo “Balbina, encontramos a tu hijo muerto”.
A mí me dio un ataque, empecé a gritar, vino todo el barrio. Empecé a ir al cementerio por la mañana y por la tarde. A los diez años de eso se murió el padre. A ver a mi marido fui una sola vez. Después lo pasé muy mal, muy mal. Pensaba: “¿Por qué me vine de Madrid?”. Pero ahora, aquí en la residencia, estoy muy a gusto. Está todo muy limpio, que es lo que es bueno, y como hasta hartarme.
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